“Érase una vez...” Así empezaban todos los cuentos que leía Mina. Como ya sabéis, Mina fue el gran amor del Conde Drácula. Bella, carismática, inteligente, desafiante. Todo lo contrario a esta Mina, a la nuestra. Tímida como una florecilla, un poco corta de entendederas, de nariz aguileña y ojos pequeños, lo que llamaríamos para no liarnos belleza almodoviana. El caso es que nuestra Mina tiene sueños, y muchos. A veces sueña con ser más bella, otras con ser más inteligente, como su hermana Cara, ¡que ya ha terminado estudios universitarios! Pero Mina no puede estudiar, no es lista, ni tampoco casarse con un rico hombre de negocios, no es una “bimbo”... En sus momentos de lucidez, que no son muchos, Mina tiene otro sueño, bailar. Pero es tan mala en todo, es tan poca cosa, que no se lo ha dicho a nadie. Su padre la mira con lástima, su madre no repara en ella. “Pobre Mina”, piensan, “¿qué será de ella?” Nuestra Mina pasea cada día junto al arroyo detrás de su casa, una casa que parece sacada de un cuento de hadas. Como los que le leía su tía Annie de pequeña... Ay, su tía, su querida tiíta. ¡Cuánto la echaba de menos! Nunca supo por qué se alejó de sus vidas. Sólo sabe que un buen día su madre la echó de la casa y nunca supo nada más. Le dijo que debía pensar que su tía había muerto y estaba enterrada. Recuerda que su madre fingió un entierro y puso una cruz en el jardín. “Cosas de madre”, pensó nuestra Mina. Con sólo 10 añitos ya se había enfrentado al hecho de que nunca sería nada en la vida, quizá la cuidadora de sus padres cuando fueran mayores. Pero nuestra Mina no quería estar triste, cuando pensamientos negativos llegaban a su cabeza, sonreía y bailaba. Sí, eso hacía Annie tres años antes, cuando aun no se había ido. Sonreír y bailar. Una de esas tardes veraniegas en las que sus padres iban al pueblo, como Cara, su hermana, siempre estaba de viaje de “aprendizaje” (o así lo llamaba ella), nuestra Mina se acercó al buzón de la casa y vio una revista. No la había visto nunca, sus padres no tenían revistas del corazón en casa, o de espectáculos...cuanto mucho el dominical que venía con el periódico, pero a Mina no le dejaban leerlo, o ver las fotos. Ese día, nuestra Mina decidió ser valiente y abrir ese precioso tesoro, igual había alguna famosa vestida de forma elegante, una actriz, una cantante...una bailarina. Ilusionada y aterrada de que sus padres llegaran antes de tiempo, abrió el material con sumo cuidado, justo en la mitad. Y ahí, como de la nada, apareció ella, con su nariz aguileña, sus ojos pequeños, su figura esbelta por el ballet...y una nota escrita bajo su foto: “Annie estupenda diez años después de su embarazo, triunfando a nivel mundial, y sin revelar aún quién es el padre de su criatura ni dónde está la pequeña”.
